Preguntas y respuestas sobre las grasas trans

Publicado el martes 27 de julio de 2021

Las grasas trans o ácidos grasos trans pueden ser de origen rumiante, cuando se producen naturalmente por bacterias en el intestino de bovinos, caprinos y ovinos, o producidas industrialmente (AGT-PI) a través de la hidrogenación de aceites, creando aceites parcialmente hidrogenados (APH) que aumentan la solidez y estabilidad de la grasa.

Mientras que las de origen rumiante se encuentran naturalmente en la carne y en los productos lácteos y no suelen superar el 6% del total de ácidos grasos, las grasas producidas industrialmente se hallan en productos como la margarina, galletitas, snacks, baños de repostería, entre otros ultraprocesados, así como también en productos de panadería y comidas artesanales elaboradas con grasas hidrogenadas. En este caso representan generalmente hasta el 60% del total de ácidos grasos.

La evidencia establece que los AGT-PI no son esenciales, no se requieren para ninguna función biológica en el organismo y no tienen ningún beneficio para la salud. Por lo tanto, los estándares internacionales recomiendan que el consumo de grasas trans se elimine de la dieta mundial.

Daño a la salud

La Organización Mundial de la Salud advierte que, a nivel mundial, más de 500.000 muertes cada año se deben al consumo excesivo de AGT-PI. Estas grasas, con sólo representar 1-3% de las calorías totales, agravan la Enfermedad Cardiovascular (ECV) y aumentan la proporción de colesterol “malo” (LDL) y disminuyen el colesterol “bueno” (HDL). Esto promueve la inflamación y disfunción en el revestimiento del corazón y los vasos sanguíneos. Incluso está demostrado que el consumo de 5 gramos de AGT-PI por día aumenta el riesgo de ECV en un 29%.

Es por eso que la OMS propone un conjunto de medidas denominadas REPLACE que incita, a través de un plan de seis áreas de acción estratégica, a revisar, promover, legislar, evaluar, crear e impulsar acciones sobre la ingesta de AGT totales en adultos/as y niños/as, con el objetivo de limitarlas a no más del 1% de la energía total o 2.2g por día para una dieta de 2.000 calorías y eliminarlas del suministro mundial de alimentos para el año 2023. Es decir, se busca que el consumo sea lo menor posible, ya que ningún nivel de grasas trans es necesario para el organismo ni ha demostrado un beneficio en la salud.